Fragmento de La casa embuhada 
"Mamá buscó en los cajones el manojo de llaves. Decía que tenía que estar en alguna parte. Al fin lo encontró. Era un pequeño búho de metal con llaves de todos los tamaños y colores. Se dirigió a la puerta que no abría, la del estudio, y nosotros la seguimos como pollitos a la gallina.
Podría hacerte una lista más larga y detallada de los rapaces, que eran los únicos adornos de la casa, pero no quiero parecer mentiroso. Baste con decir que te imagines una casa llena de búhos por todas partes: paredes, techos, pisos, baños, muebles. Los fuimos descubriendo poco a poco, mientras seguíamos a mamá en sus oficios, pese a que teníamos los nuestros. El miedo a tantos búhos no nos dejaba separarnos de ella.
¿Cómo así? ¿Insinúas que fuimos cobardes? Eso es porque no te he contado en qué circunstancias vimos el más aterrador, el que nos daría la sorpresa en La noche fantástica.
Mamá intentó con todas. Con las amarillas, las grises, las redondas, las hexagonales, las cortas, las largas. Ninguna pudo abrir la cerradura. Y mientras lo intentaba, algo sucedía dentro de esa habitación que funcionaba como estudio; algo muy extraño. Se sentía como un aletear, como cuando sacudes un cuaderno tomándolo por el lomo y las hojas suenan, o como cuando despega una paloma. Se escuchaban también cosas que caían, cosas que se movían, como si alguien estuviera encerrado en ese cuarto y desesperadamente corriera de un lado para otro, atropellándolo todo. Mamá se detuvo y miró hacia la puerta. Seguro deseó ver a través de ella."